Fue el artista inglés más importante de finales del siglo XIX, y su influencia fue enorme.
Empezó influenciado por Rossetti, con temas entre la Edad Media y la abstracción figurativa, síntoma de una evasión cada vez más radical de los modelos protoprerrafaelitas.
En 1858, un encuentro con George Frederick Watts, le pone en contacto con los sueños utópicos del anciano maestro. Animado también por Ruskin, que advirtió su talento y quiso contraponer al gusto demasiado medieval de Rossetti, un ideal de “gracia y tranquilidad clásica” el artista decidió viajar a Italia.
Si, hasta en ese momento los prerrafaelistas habían soñado e interpretado la cultura italiana a través de las mediciones más diversas (hasta el mismo Rossetti, a pesar de sus orígenes, nunca viajó a Italia), Burne-Jones, afronta un impacto directo tanto con el arte primitivo que con el de los grandes siglos.
El primer viaje (1859) está dedicado a hacer verificaciones de arte medieval, desde los frescos del Camposanto de Pisa a los de Giotto, pero el artista se siente atraído por artistas del siglo XV, como Ghirlandaio, y le impresiona la obra de Botticelli, considerado en Inglaterra todavía un maestro menor.
Regresa a Italia en 1862 acompañado por Ruskin quien pretende educarlo con los ejemplos de la pintura veneciana del siglo XVI, interés dominante de aquellos años en la cultura inglesa. Burne-Jones se dirige concretamente a artistas que le son afines, como Carpaccio o Giorgione; el primero, por el eco de la Edad Media, y el segundo por la simbología moderna y por el predominio de atmósferas cromáticas.
Al interés por la cultura italiana se suman las sugerencias de la escultura antigua: es el único prerrafaelita que siente interés por el revival clásico: “El ciclo de Pigamilón”, “La Anunciación” y “La escalera dorada”.
La escalera dorada (1876-1880)
Anunciación (1879)
El ciclo de Pigmalión (1868-1878)
No hay comentarios:
Publicar un comentario